CÓRDOBA – LA POBLACIÓN – CÓRDOBA

Pocos fenómenos del universo han logrado tanta prensa antes, durante y después, como el eclipse del 2 de julio.

Este ha sido un evento que, por sí mismo, fijó un día y una hora precisa, un tiempo brevísimo, en torno al cual mucho antes y después también se sucedieron otros fenómenos movilizantes para cualquier terrestre que intenta alinearse con los astros.

Sólo para comprender cuánto el hombre posee esa natural inclinación a la contemplación, es posible transcribir, casi sin esfuerzo, ciertos relatos que se oyeron por ahí.

ANTES (bastante antes. Córdoba Capital)

Para filmar el eclipse voy a tener que poner el filtro. Ese que dicen que tiene que tener más de 14 UV. Voy a comprar el vidriecito en la ferretería y lo voy a cortar. Lo voy a poner en una mini estructura que voy a construir para instalar al frente del lente. No quiero que se quemen los sensores de la cámara. Sí. Eso voy a hacer. Va a estar bueno”, contaba un camarógrafo destinado a subir a un cerro de Traslasierra para filmar todo el proceso.

 

 

 

ANTES (el día del eclipse, La Población, 2 de julio, a las 15)

En La Población, un municipio pequeño de Traslasierra que no supera los 1500 habitantes, se convocaron más de 4 mil personas en el predio dispuesto por el Jefe comunal.  Cordobeses, porteños, mejicanos, colombianos, estadounidenses, grandes y chicos, solos, solas y soles, parejas, familias, grados completos de escuelas de la zona… Ómnibus, autos, motos y bicicletas, a pie…

Todos llegaban para compartir en comunidad el fenómeno que prometía una noche estrellada con el mate de la tarde. Una banda sinfónica tocaba y cantaba muchísimas canciones alegóricas al sol y a la luna. Poco a poco, manchones de grupos fueron convirtiéndose en una masa humana dispuesta a algo que todos sabían qué era, pero que aún no habían experimentado en sus vidas. Transmisiones en vivo, todos los canales de tele y de radio y de diarios. Fotógrafos profesionales y pequeños cazadores de imágenes amateur….

Estamos charlando con los chicos qué habrán sentido otros pueblos antes, como los Mayas, cuando iban a ver esto; qué habrán pensado, cómo lo habrán experimentado. Parece que esto va a ser especial. Algo para sorprenderse”, comentó un papá acompañado de tres chicos.

 

DURANTE EL ECLIPSE (La Población, 17.40)

Hace calor. Ni una nube. Ni una brisa. Entre la tierra y el sol la luna se va interponiendo. De pronto hace frío. La gente se abriga y se pone y saca los anteojitos para ir siguiendo la danza lunar. De repente, oscuridad total. Aparecen estrellas. Dos minutos de la noche más corta en medio de la tarde.

Cuatro mil personas en silencio absoluto. Contemplación. Tantos, juntos y saber que se siente lo mismo, sin decirlo: la pequeñez ante la majestuosidad.

Aparece un primer rayo feroz… Se hace la luz de nuevo. Se recupera el calor y cuesta volver a conversar. Sólo admiración por lo inconmensurable.

 

DESPUÉS DEL ECLIPSE (inmediatamente después)

La banda comienza a tocar nuevas canciones e invita a festejar lo que se experimentó en cada cuerpo, en compañía con el otro. Sin hablar todos saben que sintieron parecido. Majestuosidad.

Se les pidió a las personas que regresaran los anteojitos prestados para que sean reutilizados en un próximo eclipse parcial en diciembre. Una adolescente, entre las tantísimas personas que se dispusieron a devolver los dispositivos, se acercó a la caja con ademán de depositar allí el suyo. Se arrepintió: “¡Ay… una última miradita!”.

Volvió a ponerse los lentes y contempló unos diez segundos más. Se los sacó. Se emocionó. Nos emocionamos alrededor.

Es que sentir lo mismo con el otro nos regresa a la conciencia de la empatía. Emociona mucho, después de la noche más corta en medio del día, tener más ganas de sol y luna… juntos. Juntos los astros. Juntos nosotros los de ahora. Juntos nosotros con nuestros ancestros. Juntos todos, uno con el universo, en el momento en el que el continuum espacio-tiempo se diluye.

 

DESPUÉS (Ruta a Córdoba, atardecer)

Durante el regreso a Córdoba una fila de autos lentos, como no queriendo salir, hacía obligatoria una nueva observación. La del sol al oeste, poniéndose. Era un sol descomunal, gigante, brillante. Un sol como muchos otros, pero este era especial. El sol se durmió eclipsado, hasta dentro de 375 años más.